Ahoga lo que no valga la pena en los últimos tragos de cerveza y dame la mano pequeña porque vamos a comenzar la noche corriendo detrás de las luces de las farolas para ver como sale la Luna una y otra vez.Podemos escuchar las veces que quieras a Fabián o sentarnos en la terraza de algún bar a buscar el planeta del Principito entre copa y copa.
Dudas, aspirinas y contradicciones en un acalorado anochecer de mediados de Septiembre.Lloras y pronuncias el nombre del Amor en vano, pero no te gusta que te consuelen.Siempre dices que de tus versos te encargas tu solita y no me haces caso cuando te digo que las heridas curan mejor al aire libre.Siempre tuvimos esa tonta manía de hacernos demasiado difícil la vida.
La calle esta llena de gente, de gente que sube, de gente que baja, de gente que vuelve a casa del trabajo o de gente que quizá llega tarde; y en medio estas tú, cogida de mi mano, bailando medio borracha y sonriendo abiertamente.Dudo que alguno pensara que no eres hermosa.
Subimos al Metro y me propones que nos inventemos la vida de los demás.Al parecer tuviste un novio con el que siempre lo hacías.Me dices que elija a alguien que me llame la atención, que le ponga un trabajo, una edad, si esta soltero, viudo o casado, si quizá estuvo en una guerra e incluso donde le gusta ser besado.Al final sacamos en sucio una monja que quiere abandonar el convento por haberse enamorado del cartero, una pianista que se vino a vivir aquí después de haber cometido adulterio, un estudiante de medicina con la habitación muy ordenada que iba a buscar a su novia a la que había dejado de querer porque no se la chupaba bien. Tú incluso encontraste al futuro candidato que te rompería el corazón.
Al salir del Metro nos topamos con un Bob Esponja sudamericano con el que te quieres sacar una foto,pero hay que pagar.Así que te enfurruñas y haciendo pucheritos te vas sin dar las gracias si quiera.Ofrecemos las manos a cada relaciones que nos encontramos, se nos amontonan en el bolsillo los flyers como pequeños fragmentos de futuro de colores.Un borracho nos chilla desde la barandilla de la cúpula de cristal que ''estamos para que nos aplaudan todos los días''. Nos reímos. Mucho.
Con tanto alcohol en el cuerpo corremos el riesgo de que nos tiren una colilla y estallar, la verdad que podría caer un bomba nuclear que nos daría igual. Al menos el fin del Mundo nos pillaría juntas, pero no revueltas y bailando.Quizá sea algo cruel, pobre de aquel que tuviera que limpiar al día siguiente tal desastre y recoger nuestros trocitos mezclados y aún calientes de las frías aceras de Madrid.
Hola, Smurf, tras estos meses. Bien estarás, porque bien te leo, así que evito el tiempo de saludos y quedándome con lo agradable de tus líneas, te traslado mis sensaciones.
ResponderEliminarMuy interesante en “La literatura es mi pastor…”, la cadencia mantenida, el ritmo fijado. Nada sobra y nada falta. Todos los párrafos acaban donde empiezan, sin una sola frase que desentone o palabra que rompa el equilibrio.
En realidad, ese ritmo constante se da en todos tus escritos y creo que es uno de tus mayores éxitos en la escritura. Es lo que te coloca en una forma de escribir culta. Y cuando se añade conocimiento de las palabras –tu uso en borbotón es siempre animado- y una historia que contar, se está entregando un placer de lectura.
Y la secuencia corta (sigo en “La literatura es mi pastor…”), muy bien descrita. En apuntes psicológicos breves y concretos de la protagonista y referencia breve a la otra mujer, que sin embargo la queremos imaginar por el preciso decorado.
En “La diferencia entre recuerdo y cicatriz” nos encontramos como tantas veces, ante la crónica idealizada de solamente una noche bella.
“El calor aprieta,…”, ¿sabes?, me recuerda el fondo de las canciones francesas, que tratan el amor en melancólico recuerdo, y lo llenan del paisaje urbano y días de lluvia.
Y el colofón, tan íntimo y evocador de la tristeza de lo perdido.
La tristeza de lo perdido… En tantas entradas tuyas, Smurf, nos encontramos el desánimo y su daño. Y el desamor. El constante dolor profundo de tu poesía en desamor. Cada frase es un golpe perfecto donde más duele. Cada idea que vuelcas en tus palabras, traslada al lector al sueño de sus recuerdos, o quizá, con mayor dolor, al recuerdo de sus propios sueños.
Cuanto más te leo, mas me convenzo de que estoy ante parcelas poéticas del romanticismo del XIX, en tinte urbano nocturno y formato salvaje y directo del XXI. Pero tú añades, seguro que sin querer, severas advertencias.
Nos dices cosas.
Porque al fin nos estas señalando que nuestras torpezas, egoísmos, miedos y debilidades nos llevan en trágica procesión y sin música de fondo, por la calle paralela a la que sabemos que “hace esquina con Paris”.
Nos empeñamos, inconscientes en ello, en alejarnos de la felicidad al mantenerla como un fin, en lugar de como consecuencia serena o loca de nuestros actos.
Buscando la felicidad, tus héroes (y heroínas) huyen de la vida. Y abandonan los lechos donde se encontraron cara a cara, no con sus amantes, sino con ellos mismos. Y encuentran otros lechos, ajenos, extraños, hostiles…
Y siguen buscando, pero por caminos fáciles y de menor esfuerzo, sin enfrentase a la dolorosa belleza de la vida, …del amor pleno, vital, asesino de poco, generador de tanto.
Afán absurdo el evitar el dolor –cuando el dolor forma parte de la vida- (aquí me permito, Smurf, recomendarte el cuento hindú del gatito y la felicidad. Veras que casa bien con el poema de Withman –que al final es oda al valor más íntimo- ¿recuerdas?)
Pero amanece. Los brazos de la ciudad ya no acogen en húmedo regazo, de lágrimas, alcohol y agua a presión de barrenderos. La poesía nocturna se calzo de nuevo los tacones, se aliso la falda, y mudando el rostro, se fue a la oficina a trabajar. Y dejo de ser poesía.
¿Buscaremos en otros escritos el poema de los árboles y sus ramas, de los prados con olor a yerba?¿ O la salida lenta del puerto de aquel barco de faena, que lleva las bordas con redes aun vacías y de sueños de sus marineros llenas?
Sera siempre, Smurf, un placer leerte.
"Pero amanece. Los brazos de la ciudad ya no acogen en húmedo regazo, de lágrimas, alcohol y agua a presión de barrenderos. La poesía nocturna se calzo de nuevo los tacones, se aliso la falda, y mudando el rostro, se fue a la oficina a trabajar. Y dejo de ser poesía." Creo que nos hemos equivocado al repartir los papeles. Mucha veces tus comentarios son con creces más bellos que las propias entradas. Te secuestró la frase ,pidiendo directamente perdón en vez de permiso
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