¿Acaso crees que el terrorista ama a la humanidad?
¿Qué los mata para salvarlos?
-El francotirador paciente.
Durante un día entero lo pensé.
Acabar con todo, desaparecer.
Ir hasta Méndez Álvaro
y coger el autobús que me dejara más cerca de la costa,
con los 20 euros que me quedaban.
Y caminar
y caminar
y caminar...
y romperme donde se rompen las olas.
Dejar de ahogarme.
Crecer.
Olvidarme hasta de sonreír,
para que alguien vuelva a enseñarme cómo hacerlo.
Y callar
y callar
y callar...
y llorar con la cabeza bien alta.
Separar los pies del suelo.
Ser tierra, mujer y redescubrir el sentido del tacto.
Quería dejar de estar triste.
Dejar atrás las caras apáticas de la gente.
No volver a escuchar la megafonía del Metro.
Quería mi piel siendo mi piel sin otro cuerpo.
Olvidar la salud mental.
Curar lo mejor que quiera,
convertir antiguas cicatrices en patrimonio de la humanidad.
No hay nada más humano que haber sangrado,
masticar el óxido y relamerse la sal de los labios.
Quería dar el discurso de despedida más corto de la historia.
Recoger todas las piedras que alguna vez me habían tirado
y edificar con ellas los pilares que me mantengan en pie.
Quería reírme en mi cara,
cruzarme la cara,
dar la cara ante mi;
y decir que no siempre tenía la culpa de lo que había pasado.
"No busco un mundo mejor, sé que cualquier otro de los posibles es aún peor que este".
En mi defensa diré que siempre elegí vivir.
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