martes, 13 de mayo de 2014
Hay quien estropea relojes para matar el tiempo
-Apaga, estoy cansada de tus bienamados clásicos. Si me obligas a escuchar Wagner un solo minuto más juro que acabaré invadiendo Polonia.
Levanta la vista de los papeles, por encima de las gafas la ve con la frente apoyada contra el cristal de la ventana ; acariciando con los dedos las zonas que su propio calor corporal ha empañado. Con la mirada vacía, ensimismada, como si de alguna forma se estuviera esforzando vagamente en acariciar la vida de todos esos desconocidos que deambula por la calle.
-Nunca quise arruinar tu vida, lo único que quería era mejorar la mía.
Juega nervioso a poner y quitar el capuchón del bolígrafo, Wagner sigue sonando. Ella se da la vuelta, lleva el maquillaje de los ojos corrido a lo largo de las mejillas, los cierra y se deja caer de nuevo contar el cristal apoyando el peso sobre la espalda. Cuando vuelve a abrir los ojos, sus pupilas parecen más pequeñas y afiladas.
-El tiempo se vuelve ambiguo cuando te aferras a la llegada de un cambio. Creo firmemente que el cerebro es uno de los órganos más sobrevalorados del cuerpo, después del corazón claro. Supongo que en el fondo nos merecemos estar así, todo por confiar en un órgano no más grande que un puño y que no se cansa de robarnos la sangre.
Se levanta y la agarra de la muñeca, con la otra mano le obliga a levantar la cabeza
-Guarda algo de locura para la menopausia ¿quieres?
- No es locura, es esta manía a echar de menos cuando el aire era limpio y el sexo sucio; claro que eso era cuando lo hacíamos bien, cuando te quería. Ahora te repito que preferiría mil veces declarar la guerra a Polonia a quedarme aquí parada como un pasmarote viendo como pierdes el tiempo. El amor sin culpabilidad debe convertirse casi en un placer.
Posa ambas manos en sus finas y blancas muñecas, aguantándose las ganas de zarandearla para obligarla a volver a vivir en el presente. Ejerce más presión de la necesaria, nota el pulso de ella que parece circular en dirección contraria cansado de derretir las venas una y otra vez a base de punzadas de recuerdos del pasado.
- ¡Suéltame! no tengo pensado irme a ningún lado. No soy un cobarde como tú, me quedaré a seguir sonriendo monstruos por ti. No negaré que tengo miedo, de hecho se ha convertido en mi compañero más fiel estos últimos años, jamás me ha engañado para irse con otros como has hecho tú. Me quedo porque si un noventa por ciento del éxito consiste simplemente en insistir, el ochenta por ciento se basa en seguir aquí.
Tira de la muñecas y se aleja tambaleándose como si llevara sujeto a los tobillos todo el peso de los años de relación. Se detiene un vez más a mirarlo, amenazante, sabiendo que solo hacen falta un par de palabras más para cortar el cable que los suspende en el aire.
-Gracias a ti he aprendido que la única forma de ser feliz es que te guste sufrir. Vuelve a tus libros, a tus papeles, a escribir sobre todas las posibles vidas que podríamos haber vivido pero que preferiste disfrutar solo en tu cabeza. Crea una heroína que sea lo contrario a mi, déjame morir durante el desenlace. Total la vida nunca tiene sentido, al final todos acabamos muriendo. Pero recuerda que estás condenado al fracaso, que las canas ya no se respetan; se tiñen y que la eternidad se hace demasiado larga. Sobre todo al final.Hazlo bien y no mires con quien.
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