miércoles, 20 de marzo de 2013
¿Dónde vas Faldita Roja?
Erase una vez en una pequeña calle de Madrid una pequeña muchacha de tez blanca y pelo de oro; de sonrisa despeinada y mirada perdida. Parecía triste, perdida, sin sentido y sin esperanzas, lo único que le quedaba ahora era esa diminuta falda roja que danzaba alegremente en torno a sus caderas, quizá la única pizca de color que quedaba en ella. No era una chica destacable sino todo lo contrario, era una persona normal, con una familia normal, aspiraciones normales y una vida no tan normal. Tanto su vida como su mente estaban atadas a lo que una vez fue su único medio de supervivencia y ahora convertido en su esclavitud. Noche tras noche caminaba por la calle, de arriba a abajo y de abajo a arriba, rutina solamente interrumpida por cortos momentos de sufrimiento que ya eran parte de ella. Pese a todo aquella era su cruda realidad, la única que conocía.
De madrugada, cuando volvía de hacer la calle con el frío aún calado en el alma, su oscura pesadilla a la que antes llamaba papa se abalanzó sobre ella. Estaba comido por la mierda y apestaba a alcohol , tomándola violentamente por los hombros con manos temblorosas a causa del mono la comenzó a chillar blasfemando pequeñas gotas de saliva que iban directas a su cara. La niña miró fijamente con desprecio aquellos ojos que una vez fueron de un ángel pero que ahora pertenecían solo a un monstruo, su monstruo privado.Él que había creado el mundo en el que ahora vivía y del que no podría salir.
Hurgo en los estrechos bolsillos de la roja falda con vehemencia hasta que sus rechonchos dedos toparon con el arrugado papel,tiró con fuerza libreando un pequeño fajo de sucios billetes. Cuando la muchacha intento arrebatárselos ,de una dura caricia la tiró al suelo y lanzándola con desprecio algunos billetes la pido aquello para lo único que se dirigía a ella: Un par de jeringuillas y un paquete de puros y blancos polvos.Cuando volvió a salir a la calle el purpura de la madrugada le pareció más oscuro que antes, las lagrimas agonizaban en sus enrojecidas mejillas antes de caer al pavimento y congelarse ahí como las trágicas huellas de unos sueños perdidos.
Llego al destartalado portal, olía a orín y oxido y ahí oculto entre las oscuras sombras distinguió la figura de aquel lobo disfrazado de hombre, sus podridos dientes contrastaron con la oscuridad y mientras hacían el intercambio una estridente voz le susurro demasiado cerca del odio:
-¡Niñita,niñita que falda tan corta tienes!
Y antes si quiera de darse cuenta de lo que estaba pasando y poderse defender se encontró echada sobre el frío y húmedo pavimento mientras unas ásperas y grandes manos le quemaban sobre piel mientras intentaban desgarrar su diminuto top. Miedo, desprecio,asco y dolor, todo ello mezclado en su pecho, taponándolo e impidiéndola chillar.Pero cuando el peso sobre sus costillas ya era insoportable y los restos de su hálito decidieron abandonar sus pulmones percibió con sorpresa como el peso del lobo desaparecía No quiso abrir los ojos ya que enfrentarse a la realidad una vez más era algo que le aterraba. Al final oyó unas voces, distintas a las normales, y percibió unas luces parpadeantes golpeando contra los parpados de sus cerrados ojos. Finalmente respiró y armándose de valor abrió los ojos a un panorama desolador ; su cuerpo ensangrentado y desnudo yacía sobre el frió suelo, lo único que le quedaba era la minúscula falda roja, ahora sobre sus costillas. A su lado el lobo sometido en el suelo por un hombre,un hombre que aunque vestía de negro no desprendía la oscuridad a la que ella estaba acostumbrada.
La acaricio con cuidado la cara y abriendo la boca sus labios dejaron escapar una sola frase cargada de esperanza.
- Tranquila, estas a salvo
A salvo, una palabra fácil de decir si el miedo no te esta consumiendo por dentro.El hombre levantó a esa especie de lobo de un tirón y lo empujó al interior del coche.La llevaron a casa tras la exploración del médico,semidesnuda, abatida y envuelta en una tosca manta.Entró en casa y se sintió enloquecer, las paredes se le echaban encima y el intenso silencio mezclado con la queda respiración de su padre le resultaba extrañamente ensordecedor .Aire, eso es lo que necesitaba, respirar... Abrió la ventana y lleno sus pulmones con las primeras luces de Madrid ,el Sol la observaba desde el horizonte. Dejó que sus pupilas se llenaran una vez más de la cálida luz antes de liberar su cuerpo, que en el fondo ya no era suyo, arrojándolo por la ventana.Terminando así con aquella vida que nunca quiso que fuera suya.
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(Este comentario lo pegue erróneamente –llevandolo desde mi Word, a tu “te has enterado que…” en lugar de a este "donde vas faldita roja"-, por lo que si te incomoda…doble ejercicio de borrado. Perdon sincero)
ResponderEliminarDecia, pues...
pues, ¿que te voy a contar querida Smurf?, después de leer tu escrito. ¿Soplo literario, desde mi insolvencia en este arte?¿Análisis formal, desde…que perspectiva?¿Ejercicio de introspección, y comenzar a dar vueltas a lo que dentro llevamos y queremos expresar con el gesto ahogado, y ahora con la palabra?
Describes la muerte en vida, y luego… la muerte.
Y lo haces muy bien, Smurf. No es broma. Incluso no es normal para una estudiante de periodismo –ignoro el curso-, el dominio del lenguaje que posees, y lo que es más impresionante, el control absoluto del sentimiento escrito.
Desarrollas un juego de sensibilidad al límite, sin confusión en el texto –es básico, pero jamás repites términos, evolucionas sobre ti misma, y apareces como un ya clásico y poco usado “diccionario de sinónimos y antónimos”, pero con una espontaneidad apabullante, real, sincera, gozosa-.
Dicho de otro modo, es un placer para los sentidos, el leerte.
Sin embargo, creo –y toco fondo, abandonando lo formal, que reconozco en tus múltiples escritos como cercano a lo genial-, creo, digo, que hay “sobreactuación” en el género y en su desarrollo.
Me odiaras por esto que he escrito, pero esa es tu obligación –odiarme o peor, despreciarme- y padecer ese odio, es mi derecho (fíjate, que no lo he escrito al revés).
Otro día me odiaras mas, -algo me adelantaste antaño al recordarme que el blog era tuyo-, cuando aborde en mis comentarios el fondo fibroso de tus palabras, como falto siquiera del relamido de la caña de azúcar. Ya llegaremos a eso.
Pero hoy me centro en tratar contigo el exceso de pavor vital que trasladas permanentemente en tus líneas. En la genialidad (no es loa gratuita, es evidencia realista) de tus frases, abundas a mi entender en la parte oscura de la vida sin dar resquicio a los colores, no diré vivos, pero si al menos pastel, que rodean lo peor de nuestra existencia. De hecho, existe lo malo, porque existe lo bueno. Porque en el contraste encontramos nuestras verdades y nuestras mentiras, debemos ser generosos con la realidad y no ocultar ninguno de sus lados.
Smurf, Madrid o cualquier ciudad tan triste o absurda como ella, recoge en la esquina mas insospechada un grupo feliz de gorriones que peleando por sus hembras, esta advirtiendo que la primavera está con nosotros.
Con la garra de nuestras palabras, Smurf, que nos hace casi dioses, peguémosle un golpe brutal al padre de tu triste heroína, que probo de espaldas el húmedo asfalto, y gritémosle al Cielo, como un Tenorio embriagado, que no le tememos a nada ni a nadie. Y que ese grito de combate nos haga protagonistas, si, de la muerte, pero sobre todo, de la vida.
Esta noche quiero ser un poco pesado, no plomizo, pero si cargado de algo de bondad mensajera. Y dispuesto a un reto literario. Algo te dije al final de mi anterior comentario. Las bases: simples. Hablemos de gorriones. Hablemos de Madrid. Hablemos de la primavera. Tu escribes tu gana y tu deseo, y yo replico con mi texto tan serio y tan austero. Y luego votamos. Tu el mio, y yo el tuyo. Y...a ver quien gana.
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