jueves, 10 de octubre de 2013

Nucelar, se dice NU-CE-LAR





Ahoga lo que no valga la pena en los últimos tragos de cerveza y dame la mano pequeña  porque vamos a comenzar la noche corriendo detrás de las luces de las farolas para ver como sale la Luna una y otra vez.Podemos escuchar las veces que quieras a Fabián o sentarnos en la terraza de algún bar a buscar el planeta del Principito entre copa y copa.

Dudas, aspirinas y contradicciones en un acalorado anochecer de mediados de Septiembre.Lloras y pronuncias el nombre del Amor en vano, pero no te gusta que te consuelen.Siempre dices que de tus versos te encargas tu solita y no me haces caso cuando te digo que las heridas curan mejor al aire libre.Siempre tuvimos esa tonta manía de hacernos demasiado difícil la vida.

La calle esta llena de gente, de gente que sube, de gente que baja, de gente que vuelve a casa del trabajo o de gente que quizá llega tarde; y en medio estas tú, cogida de mi mano, bailando medio borracha y sonriendo abiertamente.Dudo que alguno pensara que no eres hermosa.

Subimos al Metro y me propones que nos inventemos la vida de los demás.Al parecer tuviste un novio con el que siempre lo hacías.Me dices que elija a alguien que me llame la atención, que le ponga un trabajo, una edad, si esta soltero, viudo o casado, si quizá estuvo en una guerra e incluso donde le gusta ser besado.Al final sacamos en sucio una monja que quiere abandonar el convento por haberse enamorado del cartero, una pianista que se vino a vivir aquí después de haber cometido adulterio, un estudiante de medicina con la habitación muy ordenada que iba a buscar a su novia a la que había dejado de querer porque no se la chupaba bien. Tú incluso encontraste al futuro candidato que te rompería el corazón.

Al salir del Metro nos topamos con un Bob Esponja sudamericano con el que te quieres sacar una foto,pero hay que pagar.Así que te enfurruñas y haciendo pucheritos te vas sin dar las gracias si quiera.Ofrecemos las manos a cada relaciones que nos encontramos, se nos amontonan en el bolsillo los flyers como pequeños fragmentos de futuro de colores.Un borracho nos chilla desde la barandilla de la cúpula  de cristal que ''estamos para que nos aplaudan todos los días''. Nos reímos. Mucho.

Con tanto alcohol en el cuerpo corremos el riesgo de que nos tiren una colilla y estallar, la verdad que podría caer un bomba nuclear que nos daría igual. Al menos el fin del Mundo nos pillaría juntas, pero no revueltas y bailando.Quizá sea algo cruel, pobre de aquel que tuviera que limpiar al día siguiente tal desastre y recoger nuestros trocitos mezclados y aún calientes de las frías aceras de Madrid.