martes, 2 de agosto de 2016

Génesis





En el principio le hablé del cielo
y me creó uno en la tierra.

Y a la tierra que estaba desordenada y vacía, le di un nombre, el suyo.
Y ya no hubo más tinieblas sobre la faz del abismo, y fue la luz.

Y vi que era bueno.


El segundo día separé las aguas que están debajo de los cielos y lo seco.
Y así fue, y descubrí el polvo, el barro y el color de la tierra.

Y lo llamó piel. 

Y vi que era bueno.


El tercer día puse en la tierra hierba verde,
hierba que da semilla y árbol que da fruto,
cuya semilla está en él.

Y así fue.

Y lo llamó ojos.

Y vi que era bueno.


El cuarto día le pedí unas lumbreras en la expansión de los cielos
para separar el día de la noche;
y que sirvieran de señales para estaciones, para días y años.

Y lo llamó manos.

Y desde entonces Madrid anda menos perdida;
y benditas sean sus caricias entre las de todos los hombres.

Y vi que era bueno.


El quinto día quise seres vivientes,
y aves que siendo suyas, pudieran de igual forma volar sobre mis tierras,
en la abierta expansión del cielo creado.

Y creó los grandes monstruos marinos,
y todo ser viviente que se mueve,
y toda ave alada.

Y a los de agua los llamó la boca y los dientes;
y de igual forma puso nombre a sus dedos y su sexo.

Y vi que era bueno.


El sexto día le pedí montañas y grandes campos que poder arar con las uñas.
Y porque tuviera islas le besé algunos lunares;
por eso ahora el agua del mar cura lo mismo que la saliva.


Y lo llamó espalda.

Y vi que era bueno.


Y acabé en el día séptimo;
y reposé el día séptimo sobre la obra que habíamos creado.
Y dormimos, comimos, reímos y follamos.

Y algunos lo llamaron pecado;

y nosotros lo llamamos domingo.