lunes, 20 de abril de 2015

Escribe rápido y vete


Nadie nos prepara para las despedidas.
Trabajo todavía en eso de entender
que parte de nosotros
se encarga de valorar
el grado de dolor
que estamos dispuestos
a experimentar.
Iba a decir sufrir,
pero no todas las lágrimas son tristes.
Hay sentimientos por los que vale la pena romperse.
Bueno, hay personas.

No hay forma indicada de ser.
Pero sé que vinimos a este mundo llorando
y lo que algunos llaman ser débil,
en verdad es ser humano.

Pero nadie nos prepara para las despedidas.
Y es entonces
cuando nos quedamos huérfanos
frente al vacío.
Cubiertos de nada,
sintiendo de todo
y sin suficiente tiempo
ni palabras que decir.
Porque las palabras
o salvan de todo
o no sirven de nada.

Decimos adiós inconscientemente.
Sin miedo a que un día
a la vida
le de por poner cada cosa en su lugar
y no volvamos a encontrarnos.

Posiblemente los poemas tristes
estén llenos de momentos así.

Nadie nos prepara para las despedidas.
Y por mucho que digan,
olvidar nunca es voluntario.
Por eso dos de cada tres años de vida
los dedicamos a cicatrizar
lo mejor que queremos.

Es demasiado pronto para vivir
cumpliendo expectativas ajenas.
Está claro que no somos más
que seres minúsculos
plantándole cara al destino,
pero es nuestro destino.
Y es importante tener claro
que al final
nosotros
escogemos...
la velocidad,
la compañía
y el sentido.

Nadie nos prepara para las despedidas.
Y si resulta que al final tiene una explicación
no quiero saberla.

Perdón por el miedo.
Pero si alguien tiene claro dónde va,
que de el primer paso.

Pero por favor,
que no diga adiós.

Porque nadie nos prepara para las despedidas.


Después del incendio


Qué difícil es escribir sobre un chico
sin acabar cayendo en el tema del sexo.
Y es que ni piel suave,
ni manos pequeñas,
ni curvas,
ni precipicios.

Y entonces él.

Si supiera lo mucho que aún le quiero
posiblemente pensaría que estoy loca.
Puede que lo esté.
Pero a estas alturas de curso
no conozco salvación más prometedora
que la perdición que parecen ofrecerme
siempre sus palabras.

Resulta curioso
cómo a veces nos apegamos
a todo aquello
que por naturaleza
nos aleja.
Nos repele.
Y aún así,
soy yo misma la que crea
un camino de migas
para nunca perderle.
Muerta de hambre a sus pies,
a sus trincheras.
Todavía sujeta
por los clavos
del ataúd
de sus recuerdos.

Él que era. bueno es.

Debería dar las gracias
por haber encontrado alguien
a quien resulta tan difícil
decir adiós.
Pero me dejé la suerte
cuando hace un par de semanas
me abrazó dormido.
Seguramente por error;
y es que a oscuras
los cuerpos son sólo eso.

Y esa noche no era él.
Y esa noche valió la pena ser yo.
Y esa noche lo bonito
era estar despierto,
porque durante unas horas
hubo un nosotros
y eso ya no pasa ni en sueños.

Ojalá sepa lo mucho que aún le quiero
y piense que estoy loca.

Y así
pueda dejar
de guardar las formas
a su lado,
porque no sé
a que altura del curso
me hice a la suya.

martes, 14 de abril de 2015

Contracciones ventriculares prematuras


Ayer, ni siquiera ayer.
La verborrea habitual
en el momento oportuno.

Y ayer, joder, ni siquiera ayer.
Deshice un minuto en palabras
cuando me habrían bastado seis segundos.

Mi cabeza,
una caja musical
donde la bailarina
da vueltas y vueltas
sólo para volver al inicio.

Hay sentimientos
que no requieren de explicación,
porque ''te quiero'' o ''quédate''
consisten en eso;
en no ir a ninguna parte.

Ayer, ni siquiera ayer.
Tú que eres mi perfil bueno,
la parte bonita de los sentimientos.
Yo empeñada en estropearte
y hacerte rutina.
Yo que quiero que hagas de todo,
pero que siempre acabe con un conmigo.

Soy feliz
y tú precioso;
y a veces somos posibles.

Ayer, ni siquiera ayer.
Pero todavía siento los recuerdos
y entiendo que hay veces
en la que el alma
pesa más de 21 gramos.

No me quedan excusas para besarte,
todo es cuestión de coger impulso.

Deja que el tiempo pase
mientras nos quedamos quietos.
Que ya plantaré un jardín
de flores de loto.

Pero ahora esta es nuestra última salida
y la vida cambia tan rápido
que está a punto de dejarnos atrás.

Ayer, ni siquiera ayer.
Quizá mañana.

Porque no sé cómo he acabado así,
pero al final del día él es lo único que importa.

Nacho Vegas lo sabía:
''seré muy breve:
te quiero y esto duele''.

sábado, 4 de abril de 2015

Después no es mañana


Hola miedo, ayer estabas precioso
cuando por fin te atreviste a soltarme la mano.
Supe de madrugada que habías vuelto sano y salvo
cuando encendiste las luces
para comprobar que no había vuelto el invierno
a llevárselo todo.

A veces las pastillas para dormir
se comen la oscuridad
y llenan todo de blanco.
Siento como si me regalaran minutos de día
cuando ya estoy cansada.

Otras la oscuridad engulle todo.
Me venda los ojos frente al paredón de fusilamiento.
Entonces no siento nada, ni si quiera los habituales remordimientos.
Y paso a ser tabaco poco prensado dentro de las sábanas jugando su papel.

A veces sueño con gigantes disfrazados
de molinos de viento
y es entonces cuando soy consciente
de que ya no nos queda pan ni futuro.

Entonces la mordaza de mi boca
susurra entre dientes:
duerme.

A veces sueño con desiertos de ceniza.

Entonces todas las esquinas de ciudad
vienen a echarme el humo a la cara.
Y ya no tengo pulmones
sino árboles sin hojas.

Otras veces, sueño que los brazos se me despegan del cuerpo
y cruzan la noche en busca de otro que abrace mejor

Entonces serpentinas de colores me sacan la lengua,
como haciéndole burla a mi boca seca.

A veces soy sal y me hago la muerta
sobre la resaca de un mar de sábanas.

Entonces lluevo en lágrimas
después de ser empujada
desde el precipicio de huesos
de mi propio cuerpo.

Historias inacabadas de ojos muy abiertos.
Y entonces: poesía

Sueños
y eso es precisamente
lo que no tengo