lunes, 20 de abril de 2015

Después del incendio


Qué difícil es escribir sobre un chico
sin acabar cayendo en el tema del sexo.
Y es que ni piel suave,
ni manos pequeñas,
ni curvas,
ni precipicios.

Y entonces él.

Si supiera lo mucho que aún le quiero
posiblemente pensaría que estoy loca.
Puede que lo esté.
Pero a estas alturas de curso
no conozco salvación más prometedora
que la perdición que parecen ofrecerme
siempre sus palabras.

Resulta curioso
cómo a veces nos apegamos
a todo aquello
que por naturaleza
nos aleja.
Nos repele.
Y aún así,
soy yo misma la que crea
un camino de migas
para nunca perderle.
Muerta de hambre a sus pies,
a sus trincheras.
Todavía sujeta
por los clavos
del ataúd
de sus recuerdos.

Él que era. bueno es.

Debería dar las gracias
por haber encontrado alguien
a quien resulta tan difícil
decir adiós.
Pero me dejé la suerte
cuando hace un par de semanas
me abrazó dormido.
Seguramente por error;
y es que a oscuras
los cuerpos son sólo eso.

Y esa noche no era él.
Y esa noche valió la pena ser yo.
Y esa noche lo bonito
era estar despierto,
porque durante unas horas
hubo un nosotros
y eso ya no pasa ni en sueños.

Ojalá sepa lo mucho que aún le quiero
y piense que estoy loca.

Y así
pueda dejar
de guardar las formas
a su lado,
porque no sé
a que altura del curso
me hice a la suya.

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