sábado, 4 de abril de 2015

Después no es mañana


Hola miedo, ayer estabas precioso
cuando por fin te atreviste a soltarme la mano.
Supe de madrugada que habías vuelto sano y salvo
cuando encendiste las luces
para comprobar que no había vuelto el invierno
a llevárselo todo.

A veces las pastillas para dormir
se comen la oscuridad
y llenan todo de blanco.
Siento como si me regalaran minutos de día
cuando ya estoy cansada.

Otras la oscuridad engulle todo.
Me venda los ojos frente al paredón de fusilamiento.
Entonces no siento nada, ni si quiera los habituales remordimientos.
Y paso a ser tabaco poco prensado dentro de las sábanas jugando su papel.

A veces sueño con gigantes disfrazados
de molinos de viento
y es entonces cuando soy consciente
de que ya no nos queda pan ni futuro.

Entonces la mordaza de mi boca
susurra entre dientes:
duerme.

A veces sueño con desiertos de ceniza.

Entonces todas las esquinas de ciudad
vienen a echarme el humo a la cara.
Y ya no tengo pulmones
sino árboles sin hojas.

Otras veces, sueño que los brazos se me despegan del cuerpo
y cruzan la noche en busca de otro que abrace mejor

Entonces serpentinas de colores me sacan la lengua,
como haciéndole burla a mi boca seca.

A veces soy sal y me hago la muerta
sobre la resaca de un mar de sábanas.

Entonces lluevo en lágrimas
después de ser empujada
desde el precipicio de huesos
de mi propio cuerpo.

Historias inacabadas de ojos muy abiertos.
Y entonces: poesía

Sueños
y eso es precisamente
lo que no tengo


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