lunes, 28 de julio de 2014

Échame imaginación


Dejad de decir Madrid con z.
Menuda cara de poeta me traes,
así como pretendes que no me ría.

Entre Plaza de España y Tribunal
un hombre se me asoma al escote.
¡Arriba el periscopio!
Que lastima, que decepción, que poquitas vistas;
no hay derecho a que pasen estas cosas en verano,
exige al Metro que te devuelva el dinero.

Otra cerveza bien fresquita y un plato de ensaladilla.
Te quitan los derechos de autor y el carnet de pseudo intelectual
si no sabes que el madrileño común
puede hacerse la semana entera
de recital en recital.
¡Qué bien, qué maravilloso!
Que pesados, que románticos, que profundamente gilipollas.

Los porros en la puerta,
las cervezas del chino en la Plaza del Dos de Mayo.
El sol siempre nos delata cruzando la calle.

Deambulan informales
con el objetivo de desatar la ficción.
Los miopes no se enteran;
si lleva la camiseta de ''No se lo digas a mamá'' es Kiko Moras,
la chica del pelo azul no es otra que Manuela.
Yo por mi parte, aún no he vista ninguna pintada de Batania en persona.

Un bar es la suma de todos sus cuerpos;
centro de la marcha,
templo de todos los tiempos.
El orden de los  lectores no altera el valor del producto,
pero por favor que no me toque ser la siguiente al poeta invitado.

Los tatuajes preguntan por sus cuerpos desaparecidos;
vas a tener que borrarte esas huellas de perro tan mainstream
y hacerte algo de Cortázar que está creando moda.
Antes muerto que sencillo,
no se si me explico.

Cuerpos marginales y mal vestidos
que se inmolan en un escenario
para no verse pasar inadvertidos.
Hablaría de la prostitución de las letras;
pero aquí no se cobra, solo se vomita en blanco.
Como os gusta esa palabra: vomitar,
parece que os la regalan.

No os torturéis,
que como siempre lo que hay
es lo que veis.




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