jueves, 21 de marzo de 2013

Prefiero ser mendigo que banquero



Olas de calor le recorren el cuerpo cuando el Sol está en su punto más alto, cegándole los parpados. No es un calor pegajoso e incomodo si no que va acompañado de suaves ráfagas de aire tibio que trae con él el primer día de la Primavera.Abre los ojos dejando escapar la luz que se había convertido en rehén del papiro arrugado de sus ojos, se despereza lentamente sobre el rugoso banco de madera en el que descansa su cuerpo eliminando así las últimas caricias de Morfeo y así echado en aquel parque vacio de Madrid decide pasar la mañana, dejando que sus sentidos se pierdan y sean mecidos por todas las sensaciones que le rodean.

Huela a las primeras flores, a hierba, a tierra,a calor, a las últimas gotas que se marchitan del rocío de la mañana, en resumen a  la vida en ciudad.El trino de los pájaros invade sus oídos, quizá aquel que escucha a los lejos sea el canto de un gorrión, nunca ha logrado diferenciarlo pero tampoco le importa, el sonido del roce de sus alas, el susurro del golpe del viento contra el agua de la fuente del parque...Bucólico es la única palabra que se le viene a la mente.Coloca los brazos tras la cabeza y cerrando de nuevo el telón de sus ojos decide doblegarse la indiferencia y la tranquilidad , infla la proa de sus labios y acompaña suavemente el canto de los pájaros con un silbido agudo y firme.

Se ha vuelto a quedar dormido,despierta sobresaltado y con la boca seca.Se incorpora en el banco y tras frotarse suavemente los ojos castigados por la intensa luz repara en que el parque ha comenzado a llenarse.Se agacha y toma posesión de la botella de cristal que se encuentra apoyada contra el banco y da un trago a la litrona que ahora ya esta caliente. Odia la cerveza tibia, pero supone que no está en condiciones de ponerse tiquismiquis o exigente.Apoya los brazos a lo largo del respaldo del banco y dejando a su mente relajarse observa con una sonrisa bobalicona como los niños juegan al fútbol y en los columpios, a las jóvenes parejas que pasean por los caminos de la mano, a las madres que llevan a sus hijos en los carritos y a los perros de todos los tamaños corriendo desbocados delante de sus dueños.

Algo capta su atención a lo lejos, es una señora de unos 50 años cargada de bolsas de marcas bien caras, muy bien vestida y con el castaño pelo recogido sobre la coronilla en un tirante moño, lleva los ojos cubiertos por unas grandes gafas de sol pero su expresión se distingue fría y poco apacible.Junto a ella trota un diminuto perro algo despeluchado.El olor de su perfume llega antes que ella, es un olor demasiado intenso y  empalagoso que le hace estornudar.El fino tacón de sus zapatos golpea con fuerza y determinación contra el camino de gravilla. Parece una estrella de cine, se pregunta si lo será de verdad o será otra de las muchas mujeres florero con un marido demasiado rico. Cuando pasa a su  lado se le escapa un pequeño paquete envuelto con cuidado de una de las bolsas, se agacha a recogerlo pero antes si quiera de que pueda tocarlo aquella especie de dama se transforma en Furia y lo aparta de un empujón.

-Ni se te ocurra tocarlo, conozco de sobra a la gente como tú sois todos un pedazo de mierda, unos vagos, unos maleantes.Vas de simpático y educado recogiendo el paquete y en cuanto me despiste me robarás la cartera.

Recoge el paquete y vuelve a marcharse con el ruido de sus tacones y dejando una estela de ese caro perfume.La verdad que no siente desprecio, ni se siente ofendido, lo único que siente es tristeza.Sí, puede que el sea un mendigo, un perdido, pero al menos no se  ha quemado en los vicios de la sociedad actual. No le pertenece nada pero él tampoco le pertenece a nada ni a nadie. Puede que hoy se encuentre tirado en este parque de Madrid, pero nadie le asegura que mañana no decida emigrar como aquellos pequeños gorrinos a otro lugar, quizá a un futuro mejor, quizá no.Lo único que le pertenece es el tiempo que le queda y es precisamente el tiempo el que decidirá las vueltas que de su vida.

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