jueves, 19 de junio de 2014

Ni sí, ni no, ni todo lo contrario


Sí mamá, te escucho.
Sí mamá, ya se que Don Quijote no necesitaba comer
porque él ya formaba parte de un cuento.
Sí mamá, acabo este capítulo
y me voy a la cama.

Sí papá, a mí a veces también me cuesta
entender a García Márquez.
Sí papá, leeré más el periódico
e intentaré memorizar el nombre de todos los imputados,
perdón, de los diputados.
Sí papá, juro que este mes no le declaro la guerra a la Casa del Libro
y así me quedará dinero para el abono.

Sí, te escucho.
No, no estoy escribiendo.
Sí, ayer me volví a pasar fumando.
No, no era un porro lo que me estaba liando.


Saco el cuaderno
y no, no estoy escribiendo.
No, tampoco lo hago para que no me hables.
No, no lo hago porque no me interese lo que me cuentas.

Sí, saco el cuaderno
y no, no estoy escribiendo.
Son garabatos,
las líneas que ha dejado en el cielo algún avión.

Sí, saco el cuaderno
pero no, no es para escribir.
Es para pintarle nubes al Sol
o sonrisas a las comisuras apáticas del Metro.
La forma con la que parecen salir tus palabras,
el nombre de ese bar en Canal donde las cervezas son tan baratas.

Sí, te escucho.
Sí, te leo.
No, no hablo mucho.
Sí, ya sé que la gente triste acaba cansando.

Sí, te escucho
y también me alegro de que tú a mí no.
Porque en verdad te digo,
que si te diera por conocerme
quizá tú, yo o los dos
acabaríamos llorando.

Como siempre.

Sí, te escucho.
Sí, ya se que es la sexta cerveza que me bebo
pero no, aún no he vomitado.

Sí, reacciono.
Sí, te escucho.
Sí, todavía respiro.

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