jueves, 12 de marzo de 2015

Ver para crecer


Todas las canciones lentas llevan tu nombre y no veas como duele.

Eres el diente de leche al borde del precipicio
que no puedo dejar de tocar y si tú caes,
caemos los dos.

Tírate cuando quieras
pero quiero que sepas que antes de ti
me habría tirado a todos.
Que antes de ti,
ya me había tirado a todos.

Me preguntas por cuarta vez que por qué no me he dormido aún
y me entran ganas de usar tu corazón de cenicero.

Me llamas mentirosa
y mi mano se queda a medio camino
entre el bofetón y la caricia,

Cuando te conocí dijiste que me echarías de menos si no me conocieras
y ojalá haber sido por una vez la que se va.

Castigada entre tu espalda y la pared.
Breve pero intenso,
esas dos palabras resumen toda mi biografía.

Has sido el accidente de tráfico
en el que mueren todos mis rehenes.
Supongo pensé que podría controlar las ganas por una vez
y acabó pasándome lo mismo que con el tabaco,
se me fue de las manos,
 a las tuyas aferradas en mi pecho.

Dejamos salir el pájaro de la jaula solamente para enterrarlo vivo.

Yo me quedo con las promesas, tú quédate con el miedo.

No me merezco,
igual los dos tendríamos que pedirme perdón.

Desde tan lejos tienes una sonrisa preciosa,
demasiado para que sea cierta.

Quería vomitarte versos hasta que te dieran arcadas.
Ojalá entendieras todo esto,
puede que te lo deje de testamento,
Puede que yo misma necesite volver a leerlo
para comprender que ya no es un poema,
sino una orden de alejamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario