jueves, 21 de julio de 2016

Prietita








Observando con aprensión cada uno de los rasgos de sus veintitrés años de vida
como si tuviera miedo a verlos alterarse en una mutación extraña.
Miedo a ver, un día, su propia imagen sola en la mesa, 
como los hombres de aquella cantina de Culiacán; 
y no llorar, y no reconocerse.

-"La Reina del Sur", Arturo Pérez -Reverte.




Estos, son los ojos de arrepentimiento de un domingo.
La sonrisa congelada de un lunes,
las manos de un viernes que te hace cosquillas en la cama,
la frente de un niño, que no entiende la religión, un miércoles de ceniza.

Estos, son los ojos que cruzan sin mirar un stop.
Los pies con ampollas de unos zapatos nuevos,
las manos callosas de quien sabe acariciar,
la sangre que gotea del primer diente que abandona la encía.

Estas, son las cataratas de unos ojos que no llegan a ningún mar.
Los dedos que te invitaron a soplar tu pestaña,
el pezón marcado de una blusa sin sujetador,
la lengua que busca el clítoris.

Esto, es el tacto de una cicatriz.
Un plato de comida caliente sobre la mesa,
una enfermera que encuentra la vena a la primera,
un toxicómano que decide olvidarse de las suyas.

Esto, es una víbora que no se atreve a besar por miedo a que la envenenen.
Un impermeable para el sudor,
un ombligo de resurrección,
el vaso de los ahogados.

Puede que sea eso, el miedo a no reconocernos un día.
El miedo a reconocernos demasiado en una caricatura abstracta.

Mirarse al espejo y pensar: "¿Tú quién coño te crees que eres?"

Puede que un día lo seamos todo.
O que como siempre, acabe como si nada.

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