martes, 1 de abril de 2014

No hay canciones en la radio que hablen de lo que soñamos


Mis mariposas ya no tiene alas y vuelan a suspiros,
se han convertido en gusanos, en las larvas de lo que un día fueron.

De pequeña me gustaba ver películas de Cary Grant con un libro bajo el brazo
y el pecho de mi padre golpeando su tic-tac en mi oído.

Me se de memoria el olor del amor
y que las piedras también lloran después de tropezar con ellas.

Recuerdo viajes a Galicia sobre la clavícula de mi hermano que devolvía en ecos las letras de Sabina,
recuerdo despertar con las palabras de Machado arrugadas sobre el pecho,
recuerdo los días en los que la ficción de un buen libro salvó mi realidad.

Hice cabañas con sábanas,
jugué a ser una rock star,
le enseñé los dientes al lobo feroz.

Quise que me quisieran mejor de lo que yo nunca fui capaz,
lloré a favor de ciertas causas perdidas
y fui rebelde con causas.

En el coche no canto, hago performances
y sí, que soy mucho de cantautores,
pero si ponen a Romeo Santos soy la primera berreando en la pista.

No lloro, tengo goteras
y un cuaderno lleno de recortes sobre la muerte de Ian Curtis.
Confesaré que a los cinco años me aprendí ``Magic Dance'' por si algún día se me llevaban los goblins;
siempre sentí debilidad por las mayas y el pelo de colores de Bowie.

Hay modernos de pueblo,
devotas del Señor que dejan entrar por su puerta de atrás
y gente que sigue introduciendo el pie entre coche y andén.



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