domingo, 7 de septiembre de 2014

Matar al mensajero da un mensaje


Sacúdeme y escucha los cristales rotos.
Soy una muñeca matrioska, no afirmes que me conoces.
Que dentro llevo mil mujeres
y aún si atisbas mi núcleo estoy dispuesta a reinventarme.

Busca la genética en mi pupila,
el legado de mis padres.
Mírame a los ojos cuando te estoy mintiendo.

Presunta implicada de crímenes pasionales.
Me quedan los dos besos y mil abrazos por dar.

No soporto el racismo y su incomprensión,
las aduanas,
el no aceptar que el mundo es de todos y solo un préstamo.
La gente va en un sentido y el mundo en el otro.
La felicidad es siempre en sentido contrario.

Estoy a un grito de alcanzar la salvación.

Que de puntillas no llegamos a ningún lado
pero con ganas nos comemos la noche.

Me pregunto como es un día sin imaginación
pero no llego lejos en divagaciones
porque implican en ellas mismas imaginar.

Hay gente que se ahoga con su propio nudo en la garganta.
La sonrisa de los niños no fue creada por los grandes almacenes.

Tengo la sensibilidad a flor de piel
para quien quiera venir a arrancarla.

Soy inconstante pero incesante.

Quiero mandar un mensaje al mundo,
a veces no es que te falte algo
sino que te sobren las palabras.

No se puede ver la vida como un valle de lágrimas,
como la espera de una sucesión de momentos que nunca llegan.
Que sí, que la vida es una mierda
pero al menos está recubierta de purpurina.
Si juegas en el barro, acabas manchado.
A veces te engulle y mastica,
pero es el propio tiempo el que nos acaba escupiendo.

No digo que no se pueda cargar con una pena
pero siempre hay que tener en mente
que quede sitio para todo lo demás.

Lo que no te mata te hace más irónico.
Somos corderos masacrados.

Comemos lo mismo, llevamos la misma ropa
e intentamos encontrar a alguien que comparta nuestros mismos ideales;
nuestra cultura es una masa homogénea y pastosa
donde todo aquel que intenta despegarse es inmediatamente erradicado.
Estamos hechos unos gángsters.

Vivimos en barrancos de paredes verticales.
Alimentamos la memoria táctil en busca de una salida.
Prefiero romper la ventana directamente
antes de comprobar si la puerta se había cerrado realmente o no.
Por el capricho de tirar la primera piedra
y encima a traición.

Estar perdida fue vocacional,
deberíais estar agradecidos de que no os cobre.

A la lobotomía invito yo.





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