miércoles, 10 de diciembre de 2014

Despertar al despertador


Las cosas malas parecen esperar a pasar
cuando estamos lo suficientemente lejos
como para poder solucionarlas.
Nos venden futuros insostenibles
aún sabiendo que no podremos pagarlos.
Las chicas como yo no van al cielo,
van a pasárselo bien.

El insomnio convierte las noches
en un semáforo en ámbar.
Encendemos cigarros
como quien enciende bengalas de auxilio.

Mentes sobreestimuladas
sin seguro de riesgo de autodestrucción.

Tengo el mismo número de años que de vicios.
Me quedé en los dieciocho
y ahora me limito a sumar años de experiencia.

Tangos para dormir,
cierro los ojos para ver todas la estrellas
que le faltan a esta gran ciudad.

Llevo cuatro meses sin ver amanecer,
necesito una orden de alejamiento para las persianas.

Ya no se si me dedico a escribir porque tengo insomnio
o si tengo insomnio porque me dedico a escribir.
Pero el otro día me pareció ver a La Maga durmiendo en mi cama
y creo que de eso están hechos los recuerdos cálidos.

Quise recordar la respiración acompasada de mi hermano
cuando dormíamos juntos,
convertirla en mi canción de cuna y herida.
Pero las agallas no te sirven de nada sin el agua.
Distancia lo llaman.

No vale la pena vivir con los ojos cerrados
y dentro de unos años no recordarás lo bien que dormiste
aquella noche de martes.
O eso parece decirme el tercer vaso de leche caliente.



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