jueves, 23 de julio de 2015

Pesos


Verano en Madrid, no hay calor más sofocante.

A partir de los 18, no tienes excusas para no estar haciendo algo con tu vida.
Como si seguir viviendo no fuese excusa suficiente.

Tengo ojeras de 20 años mal dormidos
y dos padres preocupados por 30 años de más.

En mi futuro, aún a veces, mandan ellos.
En la autodestrucción, tengo todos los derechos reservados.

Ellos insisten cada fin de semana en el: ''Pati, por favor, cuídate''
y yo me encierro un poquito más en el: ''no os preocupéis, mi única preocupación es cuál será el próximo libro que me lea''.

Nunca me he empeñado en la búsqueda de la felicidad,
pero las Autoridades Sanitarias deberían recomendar huir de Madrid al menos una vez al mes.

Lucas Colman dice que ''somos tan fugaces que mejor darse prisa y prestar atención'',
tengo la esperanza de vida tan baja como para decidir que madurar no vale la pena.
Con el último cigarro del día, me pregunto dónde van los años de aquellos que se fueron antes de tiempo.

Sé que he perdido la inocencia porque la encuentro siempre en ''Platero y yo''.
También era verano, pero hacía menos calor.
Tenía siete años y llevaba la falda separada de las rodillas a la misma distancia que había entre mis paletos.
Sospecho entonces, que la perdí aquel otro verano en la que me la levantaron dos palmos por encima de las caderas.

A partir de los 18, no tienes excusas para no estar haciendo algo con tu vida.
Como si seguir viviendo no fuese excusa suficiente.

Tengo ojeras de 20 años mal dormidos,
pero también ''tengo acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo''.
Y me parece excusa suficiente para llegar a la muerte todavía vivo.

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